La identidad de los pueblos surge de las formas colectivas de trabajo. No obedece a ello la creación individual o caprichosa de un artista determinado. Sin embargo es el ser individual, como unidad, quien en medio de su soledad creativa puede transmutar en arte esa condición plural y diversa de una comunidad. Toda obra de arte, para serlo, consulta o tiene como presupuesto la vivencia que viene de los ancestros. Es la búsqueda, muchas veces inconsciente, de los orígenes. La música es la parte melódica de la sociología. Y en el concierto de los pueblos solo trasciende lo que el hombre realiza como labor en el día y como canto en la noche. Construyendo identidad obedece a ese propósito dialéctico. Expresar lo que el Valle del Cauca es como comunidad con sus costumbres y paisajes. El ser humano no se puede separar de su entorno. El filósofo español lo dejó bien claro cuando habló del hombre y su circunstancia, su contingencia. Construir identidad, mantener vigente el hilo espiritual que viene desde los ancestros, resaltar el valor cultural que aportan las generaciones pasadas, es obligación de quienes podemos expresar nuestra sensibilidad. Construyendo identidad es diverso en sus ritmos, paisajes y expresiones porque así es el Valle del Cauca. Un crisol en el que se funden etnias y costumbres que van desde lo andino, lo tropical de su valle ardiente, lo litoraleño que expone sectores del Pacifico, lo afrodescendiente que nutre de manifestaciones folclóricas porción muy importante de Colombia y la presencia indígena que conserva sus tradiciones con mayor pureza. El paisaje majestuoso del Valle del Cauca y su río, la remembranza a la industria del azúcar con sus corteros negros, indios desplazados de sus terruños tutelares, sus carretas sus bueyes de los primeros albores, la Ceiba añosa, que sombrea la llanura, el vendedor de frutas que repite incansable su pregón, la brisa que refresca las tardes caleñas, el sector andino donde se produce parte importante del café, con sus bambucos sentidos y románticos, todo el valle, de alguna manera está presente en esta acuarela pintada a varias manos por vallecaucanos raizales que viven y palpitan al ritmo plural de su comarca nativa. Nuestro propósito, de quijotes a ultranza, es la conservación y presencia de lo nuestro. Construir identidad, hacer vallecaucanidad. Todos tenemos obligación de luchar por nuestra presencia como comunidad en el concierto de la nación. Somos parte de esa legión de soñadores y nos gastamos en la aventura luminosa de perseguir esa utopía.